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Bienvenido a mi espacio de creación.
Aquí es donde nacen cada uno de los bolsos y piezas de joyería Valmo, con paciencia, materiales cuidadosamente elegidos y un toque artesanal.
VALMO TALLER
INSPIRACION COMPLEMENTOS DISEÑO VAMO
Mi interés por la joyería comenzó hace cuatro años, casi por curiosidad, después de terminar mis estudios en diseño de producto. Aunque en realidad, la joyería siempre ha estado presente en mi vida.
Mi abuelo materno trabajaba en su propio taller, donde hacía encargos personalizados. Pasaba horas en su taburete, creando con paciencia y dedicación. Para él, más que un trabajo, era un espacio de creatividad, casi un refugio.
Desde que él no está, su taller quedó en silencio. Muchas de sus herramientas se vendieron, pero algunas aún permanecen, junto con su mesa de trabajo, su tablis. Hoy, ese espacio cobra vida de nuevo. Retomo parte de su legado, aprovechando lo que quedó y adaptándolo a mi visión, manteniendo la esencia de su trabajo, pero con una nueva historia por contar.
Nudo a nudo
En cuanto a la creación de los bolsos, fue en la carrera de diseño de producto, cuando en una asignatura tenías que hacer algún producto que llevase tela, y fue así, como me encontré con este mundo, el macramé. Fueron solo 3 piezas, pero en ellas descubrí una forma de crear que me hacía sentir en casa. Desde entonces supe que quería seguir haciendo bolsos, porque había algo en ese proceso con el que conectaba profundamente.
Parte de la inspiración de ese proyecto vino de las redes de pesca, por su estructura, su belleza accidental, su utilidad… pero también porque me evocaban mi pueblo, Moraira. Un pequeño pueblo de antiguos pescadores, barcas y redes tendidas al sol. De modo que cada bolso que creo, busca guardar algo de esa memoria: el mar, el origen y las manos que crean.
INSPIRACION COMPLEMENTO DISEÑO VALMO
VALMO TALLER
La inspiración que me rodea
Muchas de mis ideas nacen de los recuerdos en La Casita. Allí veía a mi madre, mi abuela y mi tía hacer ramilletes de siempreviva, que dejaban secar boca abajo para luego decorar . También recuerdo los almendros, y buscar la piedra perfecta para abrir almendras. Recuerdo los cubos llenos de higos chumbos, y a mi tía pidiéndome que le recogiese hinojo para masticarlo.
Para mi abuela, este lugar es aún más especial. Creció allí y guarda recuerdos de toda una infancia en el campo. Ahora las visitas son menos frecuentes, pero cada vez que volvemos, el tiempo parece detenerse y todo sigue estando en su sitio, como si nunca nos hubiéramos ido.
El rincón donde se sentaba mi tía Isabel, como si esperara verla de nuevo observándonos; la sombra donde mi abuelo lavaba su coche, con la manguera en mano y esa paciencia suya que parecía eterna; la persiana suelta donde mi padre buscaba lagartijas, en un juego que, aunque ya nadie repita, sigue vivo en la memoria.